“Hablar bien de Acapulco”
Gustavo Martínez Castellanos
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El sábado llegó a mi correo la invitación del señor Pedro Haces Sordo, presidente de la AHETA (Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco), a unirme a la “campaña de imagen creada por la I. P.” local a través de un evento a realizarse este lunes 21 en la Diana “con el objetivo principal de crear una conciencia colectiva encaminada hacia la promoción positiva del Puerto y solidificar la imagen de la ciudad ante el turismo nacional e internacional y sus propios habitantes”. El texto pide el reenvío de esta invitación a todo mundo, pero no informa qué tipo de actividades se realizarán en la Diana el lunes 21 a las 12:00 hrs (o después) para poder arribar a tan nobles objetivos.
Durante el desayuno del domingo con Pal Kepenyes y Lumi ella explicó que el origen de esa campaña se encuentra en la proliferación de notas publicadas que privilegian la violencia que nuestra ciudad vive. “Tenemos que crear un contrapeso”, propuso Lumi.
Nadie puede negar que los afanes de Lumi y del señor Haces sean encomiables, pero tampoco que un análisis profundo de nuestra realidad podría ayudarles a canalizar con mayor aserto sus esfuerzos.
Ya desde su nacimiento como “destino de playa” en los 40’s Acapulco fue víctima de la información manipulada; para venderlo o para denostarlo. Durante el boom hotelero propiciado por la huída de capitales de Cuba, Acapulco fue piedra de escándalo debido a las políticas nacionalistas de Ruiz Cortines y López Mateos. En los setenta, las guerrillas iniciadas la década anterior hicieron que la prensa nacional potenciara cada secuestro en nuestro solar. Quienes vivimos todo éso (yo terminaba la primaria e iniciaba la secundaria) y vemos lo que ocurre ahora, comprobamos que el eterno retorno existe. Y que, como sociedad, seguimos haciendo mal las cosas. Ya no se diga, nuestros gobiernos.
Por ello, en ese desayuno advertí a Lumi que la única forma de salvar al puerto de esa imagen negativa era volviendo a nuestras raíces, desenterrando nuestro ser original y único oculto aún en esa parte del municipio que las luces de la franja costera han opacado. Hablar bien de Acapulco es citar nuestras tradiciones y costumbres; nuestra espiritualidad. Nuestros buenos vecinos, nuestros alumnos destacados, nuestros grandes atletas y a los artistas que han explorado en nuestra interioridad y la han desvelado. Nuestros funcionarios y nuestros políticos no corruptos. Hablar bien de Acapulco es saturar las redes sociales y la net toda con lo bueno que también somos ya que los massmedia, en sus pleitos cupulares, siguen usando el nombre de nuestra ciudad para castigar a nuestros gobernantes y poder arrancarles más prebendas. De momento debemos olvidar la franja costera y sus reflectores. Eludir el paisaje. Lo repetiré una vez más: hoy como siempre, lo único que puede redimirnos ante el mundo es nuestra propia cultura. Hablemos de ella.
Posiblemente el señor Pedro Haces reúna una importante cantidad de ciudadanos preocupados por la seguridad en nuestra ciudad pero, en tanto no proyecte una imagen netamente humana de nuestra ciudad y continúe privilegiando la promoción del sector que proporciona boato y placer al mundo, no podrá sensibilizar a nadie de que esta ciudad es un lugar vivo cuyos habitantes merecemos respeto y certeza. Hablar bien de Acapulco no es difícil. Llevo años haciéndolo en mis talleres y en este espacio. Lo difícil es que la ciudad hedonista reconozca a la “otra”, a la verdadera ciudad, la que encierra toda su significación humana y mueve y pule diariamente eso que llamamos Acapulco ¿Querrá?
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com
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